Estrategias de lectura
ESTRATEGIAS DE LECTURA
La activación del conocimiento previo puede servir en un doble sentido: El primero, para conocer lo que saben los estudiantes y el segundo, para utilizar tal conocimiento como base para promover nuevos aprendizajes. Cualquier situación educativa se caracteriza por tener una cierta intencionalidad.
MUESTREO
El lector toma del texto palabras, imágenes o ideas que funcionan como índices para predecir el contenido.
PREDICCIÓN
El conocimiento que el lector tiene sobre el mundo le permite predecir el final de una historia, la lógica de una explicación, la continuación de una carta, etc.
ANTICIPACIÓN
Aunque el lector no se lo proponga, mientras lee, va haciendo anticipaciones, que pueden ser léxico-semánticas, es decir, anticipan algún significado relacionado con el tema; o sintácticas donde se anticipa alguna palabra o una categoría sintáctica como un verbo, sustantivo, etc. Las anticipaciones serán más pertinentes mientras más información tenga el lector sobre los conceptos relativos a los temas, al vocabulario y a la estructura del lenguaje del texto que lee.
CONFIRMACIÓN Y AUTOCORRECCIÓN
Las predicciones y anticipaciones que hace un lector generalmente son acertadas y coinciden con lo que aparece realmente en el texto, es decir, el lector las confirma al leer. Sin embargo, hay ocasiones en que la lectura muestra que la predicción o anticipación fue incorrecta, entonces el lector la rectifica o corrige.
INFERENCIA
Es la posibilidad de derivar o deducir información que no aparece explícitamente en el texto. Consiste también en unir o relacionar ideas expresadas en los párrafos y evaluar lo leído. Otras formas de inferencia cumplen las funciones de dar sentido adecuado a las palabras y frases ambiguas (que tienen más de un significado) y de contar con un marco amplio para la interpretación.
MONITOREO
También conocida como metacomprensión, consiste en evaluar la propia comprensión que se va alcanzando durante la lectura, lo que conduce a detenerse y volver a leer o a continuar encontrado las relaciones de ideas necesarias para la creación de significados.
La activación del conocimiento previo puede servir en un doble sentido: El primero, para conocer lo que saben los estudiantes y el segundo, para utilizar tal conocimiento como base para promover nuevos aprendizajes. Cualquier situación educativa se caracteriza por tener una cierta intencionalidad.
MUESTREO
El lector toma del texto palabras, imágenes o ideas que funcionan como índices para predecir el contenido.
PREDICCIÓN
El conocimiento que el lector tiene sobre el mundo le permite predecir el final de una historia, la lógica de una explicación, la continuación de una carta, etc.
ANTICIPACIÓN
Aunque el lector no se lo proponga, mientras lee, va haciendo anticipaciones, que pueden ser léxico-semánticas, es decir, anticipan algún significado relacionado con el tema; o sintácticas donde se anticipa alguna palabra o una categoría sintáctica como un verbo, sustantivo, etc. Las anticipaciones serán más pertinentes mientras más información tenga el lector sobre los conceptos relativos a los temas, al vocabulario y a la estructura del lenguaje del texto que lee.
CONFIRMACIÓN Y AUTOCORRECCIÓN
Las predicciones y anticipaciones que hace un lector generalmente son acertadas y coinciden con lo que aparece realmente en el texto, es decir, el lector las confirma al leer. Sin embargo, hay ocasiones en que la lectura muestra que la predicción o anticipación fue incorrecta, entonces el lector la rectifica o corrige.
INFERENCIA
Es la posibilidad de derivar o deducir información que no aparece explícitamente en el texto. Consiste también en unir o relacionar ideas expresadas en los párrafos y evaluar lo leído. Otras formas de inferencia cumplen las funciones de dar sentido adecuado a las palabras y frases ambiguas (que tienen más de un significado) y de contar con un marco amplio para la interpretación.
MONITOREO
También conocida como metacomprensión, consiste en evaluar la propia comprensión que se va alcanzando durante la lectura, lo que conduce a detenerse y volver a leer o a continuar encontrado las relaciones de ideas necesarias para la creación de significados.
MODALIDADES DE LECTURA
ANTES DE LEER: Las actividades previas a la lectura se orientan a:
- Permitir que los niños expliquen e incrementen sus conociminetos y experiencias previas relativas al tema del texto que se leerá.
- Conocer el vocabulario o los conceptos indispensables para comprender el texto.
- Estimular la realización de predicciones sobre el contenido del texto.
- Establecer propósitos de lectura.
AL LEER: Las modalidades de la lectura son formas de interacción con el texto; no son las únicas posibles, pero tienen varias ventajas con respecto a otras: hacen más variada e interesante la lectura y propician distintos tipos de participación y diferentes estrategias de lectura.
DESPUÉS DE LEER: Las actividades posteriores a la lectura se enfocan a la comprensión, la reconstrucción o el análisis de los significados del texto: comprensión global (tema del texto); comprensión específica de fragmentos; comprensión literal (lo que el texto dice); elaboración de inferencias; reconstrucción del contenido con base en la escritura y el lenguaje del texto; formulación de opiniones sobre lo leído; expresión de experiencias y emociones personales relacionadas con el contenido; y relación o aplicación de las ideas leídas a la vida propia (generalizaciones).
MODALIDADES DE LA LECTURA
- AUDICIÓN DE LECTURA
- Al seguir en sus libros la lectura realizada por el docente u otros lectores competentes, los niños descubren la relación entre la lectura y el contenido que se expresa, así como las características del sistema de escritura y del lenguaje escrito que dan pie a la entonación durante la lectura en voz alta.
- LECTURA GUIADA
- Tiene como fin enseñar a los alumnos a formularse preguntas sobre el texto. Primero, el docente elabora y plantea preguntas para guiar a los alumnos en la construcción de significados, estas preguntas son de distinto tipo y conducen a los niños a aplicar diversas estrategias de lectura: predicción, anticipación, muestreo, inferencia, monitoreo, confirmación y autocorrección. Las estrategias se desarrollan individualmente o como resultado de la interacción del grupo con el texto.
- LECTURA COMPARTIDA
- También brinda a los niños la oportunidad de aprender a cuestionar el texto, pero, a diferencia de la modalidad anterior, se trabaja en equipos. En cada equipo, un niño guía la lectura de sus compañeros. Al principio, los guías aplican preguntas proporcionadas por el maestro, y más adelante ellos mismos las elaboran. El equipo comenta la información del texto y verifica si las preguntas y respuestas corresponden o se derivan de él.
- LECTURA COMENTADA
- Los niños forman equipos y por turnos leen y formulan comentarios en forma espontánea durante y después de la lectura. Pueden descubrir así nueva información cuando escuchan los comentarios y citas del texto que realizan sus compañeros.
- LECTURA INDEPENDIENTE
- En esta modalidad, los niños, de acuerdo a sus propósitos personales, seleccionan y leen libremente los textos.
- LECTURA EN EPISODIOS
- Se realiza en diversos momentos como resultado de la división de un texto largo en varias partes. Tiene como finalidad promover el interés del lector mediante la creación del suspenso. Facilita el tratamiento de textos extensos, propicia el recuerdo y la formulación de predicciones a partir de lo leído en un episodio con respecto a lo que se leerá en el siguiente.
- Texto extraído del Instrumento de Evaluación Integral, zona escolar 33 de Tijuana, Baja California.
- Me parece que el original pertenece a Margarita Gómez Palacio pero no poseo el libro ni los datos bibliográficos
Espíritu y funcionamiento del café filosófico
“La verdadera filosofía se encuentra en la vida y en la sinceridad, más que en los viejos libros y en teorías falsas”. Fue entonces cuando diversas tendencias de tipo psicológico, sociológico, espiritualista, político y de otro tipo, se sumaron fácilmente a un terreno, previamente abonado por el rencor contra los profesores de filosofía.
La naturaleza y el funcionamiento de los cafés filosóficos varían en función de los animadores y de los participantes. Pero antes de analizar las diferentes modalidades, retomemos las reglas elementales que acabamos de describir e intentemos delimitar en qué medida son portadoras de “contenido filosófico”. ¿Estamos estableciendo simplemente las bases de una discusión civilizada? ¿Puede este marco de actuación concreto suscitar mejor la reflexión filosófica? Sea cuál sea la cuestión elegida como tema central para cada uno de estos debates -determinado por el animador o por la mayoría del grupo-, cada persona lo tratará a su manera, según sus capacidades, de forma similar a cómo lo aborda cuando discute en otro tipo de foros. Sin embargo, el hecho de esperar el turno de palabra, de respetar la palabra de los otros, de escuchar la opinión de otra persona hasta el final, incluso si ésta nos molesta -pero sobre todo si ésta nos molesta-, provocará definitivamente efectos particulares en los participantes.
Lo que sí está claro es que en esta multiplicidad que se expresa en que consiste el café filosófico, cada uno de los participantes no puede agotar el tema que se está tratando, y a veces -como lo indica la impaciencia por hablar que se produce en determinados momentos- unos y otros están más preocupados por su próxima intervención personal que por el encadenamiento de los diferentes discursos. Pero esto no impide que, a pesar de los diversos factores que limitan la comprensión -ya sea por falta de concentración o por cerrazón mental-, el proceso en el que durante dos horas se suceden las interpretaciones y los análisis más diversos sobre un mismo tema.
Es cierto que existe un punto de partida en todo este asunto que nos remite a Sócrates, a su comportamiento y a su concepción de la mayéutica. La hipótesis de base de la que se parte es la creencia de que el espíritu humano es algo fundamentalmente creativo; la creencia de que nuestra alma es una “chispa divina” que está “preñada” de unas ideas que habrá que “dar a luz” para que adquieran una “forma” determinada. Ideas que, una vez “alumbradas”, podrán tener la “forma” de un “aborto raquítico” o de un “bebé rollizo”. El factor principal que permite “dar a luz” a estas ideas se encuentra principalmente en la conmoción que nos genera la palabra del otro, a pesar de que la persona experimentada en este tipo de ejercicios, sepa en parte recrear él mismo esta situación de “shock” permanente. Se trata, pues, de inducir un estado mental en el que “la evidencia” no tenga ninguna razón de ser, puesto que al confrontar las diversas perspectivas que la ponen en cuestión, al aceptar el cuestionamiento que éstas implican, nos demos cuenta de la fragilidad de nuestra “evidencia”, siempre y cuando ésta no sea el producto de la mala fe.
La naturaleza y el funcionamiento de los cafés filosóficos varían en función de los animadores y de los participantes. Pero antes de analizar las diferentes modalidades, retomemos las reglas elementales que acabamos de describir e intentemos delimitar en qué medida son portadoras de “contenido filosófico”. ¿Estamos estableciendo simplemente las bases de una discusión civilizada? ¿Puede este marco de actuación concreto suscitar mejor la reflexión filosófica? Sea cuál sea la cuestión elegida como tema central para cada uno de estos debates -determinado por el animador o por la mayoría del grupo-, cada persona lo tratará a su manera, según sus capacidades, de forma similar a cómo lo aborda cuando discute en otro tipo de foros. Sin embargo, el hecho de esperar el turno de palabra, de respetar la palabra de los otros, de escuchar la opinión de otra persona hasta el final, incluso si ésta nos molesta -pero sobre todo si ésta nos molesta-, provocará definitivamente efectos particulares en los participantes.
Lo que sí está claro es que en esta multiplicidad que se expresa en que consiste el café filosófico, cada uno de los participantes no puede agotar el tema que se está tratando, y a veces -como lo indica la impaciencia por hablar que se produce en determinados momentos- unos y otros están más preocupados por su próxima intervención personal que por el encadenamiento de los diferentes discursos. Pero esto no impide que, a pesar de los diversos factores que limitan la comprensión -ya sea por falta de concentración o por cerrazón mental-, el proceso en el que durante dos horas se suceden las interpretaciones y los análisis más diversos sobre un mismo tema.
Es cierto que existe un punto de partida en todo este asunto que nos remite a Sócrates, a su comportamiento y a su concepción de la mayéutica. La hipótesis de base de la que se parte es la creencia de que el espíritu humano es algo fundamentalmente creativo; la creencia de que nuestra alma es una “chispa divina” que está “preñada” de unas ideas que habrá que “dar a luz” para que adquieran una “forma” determinada. Ideas que, una vez “alumbradas”, podrán tener la “forma” de un “aborto raquítico” o de un “bebé rollizo”. El factor principal que permite “dar a luz” a estas ideas se encuentra principalmente en la conmoción que nos genera la palabra del otro, a pesar de que la persona experimentada en este tipo de ejercicios, sepa en parte recrear él mismo esta situación de “shock” permanente. Se trata, pues, de inducir un estado mental en el que “la evidencia” no tenga ninguna razón de ser, puesto que al confrontar las diversas perspectivas que la ponen en cuestión, al aceptar el cuestionamiento que éstas implican, nos demos cuenta de la fragilidad de nuestra “evidencia”, siempre y cuando ésta no sea el producto de la mala fe.
El principio fundamental de esta práctica consiste, pues, en aprender a pensar lo impensable. Este mecanismo permitirá que pueda rebasarse el “estadio de la opinión”, estadio reprimido por la crispación anterior, la cuál impedía que pudiese salirse de él.
Diferentes modalidades de cafés filosóficos
Como ya hemos indicado anteriormente, la naturaleza de lo que suceda en un café filosófico depende principalmente del animador que esté a su cargo, más que de los participantes que tomen parte en él. Por una parte, porque es él quien establece las reglas del juego, y por otra, porque generalmente es también él, con su estilo particular, quien determinará el tipo de exigencia filosófica que se mantendrá durante el debate. El animador “minimalista” se contentará con (1) organizar la elección del tema -determinado por las personas que estén presentes-: les pedirá que propongan los temas a debatir y procederá a la votación, y (2) distribuirá la palabra, manteniendo un simple papel de árbitro, regulador del turno de palabra y del tiempo de cada uno. El mantenimiento de la calidad de la discusión dependerá en gran medida de los participantes y de su capacidad individual de hacerse cargo de ella. El animador más activo, más presente, podrá (1) determinar él mismo la elección del tema a debatir en función de lo que él considere como más interesante, y fundamentalmente (2) intervendrá en la discusión de diferentes maneras con el objetivo de señalar las problemáticas más interesantes.
Aquí presento algunos procedimientos a través de los cuáles el animador del café filosófico intentará que se adquiera un cierto nivel filosófico durante el debate.
En primer lugar, solicitará que sean aclarados los discursos que le parezcan confusos o de difícil comprensión.
En segundo lugar, propondrá a quién se haya extendido excesivamente en su discurso, que formule una conclusión en la que de forma concisa se resuman sus palabras. Debe evitar formular él mismo la explicación o la conclusión en lugar de la persona en cuestión. Si dicha persona parece que tiene dificultades para resumir su propio discurso, y si finalmente el animador se decide a ello, se hará siempre, por supuesto, con el beneplácito del propio participante y con su posterior aceptación de la formulación de sus palabras por parte del animador.
En tercer lugar, incitará a los participantes a ir más lejos en su pensamiento, formulándoles preguntas o planteándoles alguna objeción a su argumentación. Este recurso deberá, mediante un “proceso anagógico”, conseguir que el participante progresivamente tome conciencia de su propio pensamiento y que sea capaz de expresar los pre-supuestos sobre los que se basa su discurso y que hasta entonces estaban latentes.
En cuarto lugar, comparará las diversas proposiciones expresadas por distintos participantes, en la medida en la que este modo de contemplar la problemática permita establecer conexiones y vínculos insospechados.
En quinto lugar, reformulará periódicamente las aportaciones según vayan surgiendo y modificándose a lo largo del debate. Lo que no deberá impedirle sugerir una o dos posibles líneas de reflexión.
En sexto lugar, podrá relacionar las problemáticas que hayan surgido a lo largo del debate con aquellas formuladas con anterioridad por ciertos filósofos consagrados, con el fin de dar más seguridad a los participantes, de animarles en su indagación personal y como medio para proporcionarles ciertos elementos de la “cultura filosófica”, y subrayar así los momentos más destacadas de la discusión.
El conjunto de todas estas intervenciones exige muchas cualidades de parte del animador. Por un lado, debe tener (1) una gran amplitud de miras, por otro, (2) una cierta cultura filosófica y (3) una capacidad de ponerse en el lugar del otro, tanto para (3.1) interpretar las problemáticas que vayan expresándose, como para (3.2) explicitar los temas que vayan surgiendo, o para (3.3) darles un tratamiento más pedagógico, vinculando el concepto al que hagan referencia con las experiencias vividas por los presentes. En este sentido, no estoy muy seguro de que la formación tradicional de los profesores de filosofía sea suficiente como para satisfacer todas estas condiciones. Aquellos que son capaces de realizar todas estas tareas de forma satisfactoria lo consiguen por razones que sólo ellos conocen.
Como ya hemos indicado en apartados anteriores, el café filosófico es un concepto general en el que la práctica particular depende en gran medida de la persona que lo dirija. La autonomía de cada café particular deja, por otro lado, mucho espacio a la iniciativa personal. Por estas razones, han surgido últimamente un gran número de diferentes modalidades de cafés, que pasamos a comentar de forma sucinta.
Dejando a un lado el tipo de café que nosotros acabamos de describir, han aparecido también los (1) talleres (ateliers), que se celebran en un café, o una biblioteca, o una sala común, o en otros entornos. (1.1) Ciertos talleres trabajan con textos de autores, basándose en el mismo principio mayéutico y utilizando el texto de ese autor como un pretexto para que surjan diversas problemáticas. El animador deberá aquí añadir a su conocimiento del texto en cuestión, un sentido especial de ese arte socrático en la formulación de las preguntas que posibilite el trabajo en grupo. (1.2) Otros talleres utilizan el principio del “arte de preguntarse mutuamente” (questionnement mutuel) entre los participantes con el fin de profundizar en un tema dado. En este caso, se trata de distinguir una visión particular de un problema de las preguntas que pueden plantearse a propósito de esa interpretación. Cada uno de los participantes propone una serie de preguntas, iniciándose ellos mismos en la función animadora de la práctica mayéutica.
(2) Otras propuestas consisten en solicitar a (2.1) los participantes la preparación de una pequeña introducción para el debate posterior con el fin de que trabajen un poco el tema a tratar y con el objeto de contar desde el principio con un número mínimo de conceptos claves. Este rol también podrá ser asumido por (2.2) el animador, para evitar ese tipo de discurso contundente que puede impedir o dificultad desde el comienzo toda discusión. (3) Otras opciones incluso estructuran de manera específica el funcionamiento del café, distribuyendo las tareas entre tres personas, cada una con un cometido diferente: (1) el animador, (2) el moderador (encargado de regular los turnos de palabra) y (3) el secretario (encargado de resumir el contenido de los debates). En artículos posteriores intentaremos desarrollar las ideas metodológicas que aquí sólo nos limitamos a esbozar.
Ciertas variantes más particulares del café filosófico utilizan el recurso de (4) una película (que se proyecta en un cine, o en una sala acondicionada para la ocasión y con un reproductor de vídeo) con el propósito de generar un debate. Y lo mismo puede organizarse en un (5) teatro, después de una obra teatral, en la que el director de escena y los actores sean invitados a participar en un debate. O incluso con personas invitadas que intentarán, desde su (6) ámbito profesional específico, como el de la justicia, el arte o la enseñanza, iniciar un debate filosófico con los participantes. Otro ejercicio práctico, más difícil que los anteriores, consiste en propiciar debates con (7) jóvenes problemáticos con dificultades educativas y sociales. Esta modalidad de cafés filosóficos, por su particularidad específica, se aproxima más al ámbito de la psicología que al de la filosofía, por su semejanza con las terapias de grupo. (Algunos centros de enseñanza ubicados en zonas desfavorecidas y a los que deben hacer frente los profesores de filosofía, se corresponden completamente con esta descripción). (8) Finalmente, y siempre dentro del ámbito de influencia de los cafés filosóficos y compartiendo su mismo espíritu, se han creado alrededor de ellos un cierto número de revistas, escritas por sus lectores, y programas radiofónicos en emisoras de radio locales.
Conclusión
Se pueden ofrecer múltiples razones para explicar el surgimiento de este ansia “por filosofar” entre nuestros conciudadanos. A mi juicio, los dos factores que más rápidamente se pueden identificar y que han desestabilizado nuestro sentido de identidad, son por un lado, (1) el descrédito de los grandes ideales y de las grandes ideologías, tanto políticas como religiosas, y por otro, (2) la crisis económica con sus desastrosas consecuencias sociales. Hay que reconocer también que (3) los cafés filosóficos se han puesto de moda. Muchas personas acuden una sola y única vez a un café filosófico con tal de poder contar a sus conocidos que han puesto el pie en uno de esos extraños lugares de reflexión. Pero también es innegable, como lo ponen de manifiesto la seriedad con la que acuden un buen número de participantes, que en todo este movimiento parece existir algo realmente sólido. ¿Cuánto tiempo durará este fenómeno y en qué se convertirá? Es difícil responder a esta pregunta. Pero, ¿es éste el verdadero problema del filósofo? Parece que su responsabilidad (si es que pensamos que su función implica algún tipo de responsabilidad) consiste más bien en responder a esta demanda, sin preocuparse de su legitimidad o de su facticidad. Quizás lo que deba hacer el filósofo sea más bien proporcionar esa legitimidad que tanto necesita una demanda bastante poco segura de sí misma. En todo caso, el filósofo no puede ignorar la época en la que vive y refugiarse en su torre de marfil, sobre todo si esta época pone a prueba seriamente el mismo hecho de filosofar. En un universo cada vez más asfixiado por los valores pragmáticos y utilitaristas, la filosofía corre el riesgo de permanecer recluida para siempre en las clases y en las bibliotecas, o incluso de ser completamente abandonada por su falta de eficacia y funcionalidad. Y eso sería todavía peor. Ahora bien, hasta el momento, nuestra materia ha sufrido numerosas conmociones, y si todavía permanece viva es fundamentalmente a causa de ellas. El advenimiento del idealismo platónico, el abandono cartesiano de las autoridades, el giro copernicano de Kant o la sospecha nietzscheana son etapas en ese largo camino del pensamiento humano. Ninguna de las etapas anteriores era previsible antes de que sucediesen. Estas etapas no representan más que la oportunidad de un esfuerzo dialéctico, rechazado por unos y alentado por otros. Veinticinco siglos más tarde, se nos está pidiendo que regresemos a las fuentes originarias, a la docta simplicidad de Sócrates. ¿Por qué no arriesgarse? La filosofía no tiene nada que perder. Debemos intentarlo con todos los medios a nuestro alcance.
Aquí presento algunos procedimientos a través de los cuáles el animador del café filosófico intentará que se adquiera un cierto nivel filosófico durante el debate.
En primer lugar, solicitará que sean aclarados los discursos que le parezcan confusos o de difícil comprensión.
En segundo lugar, propondrá a quién se haya extendido excesivamente en su discurso, que formule una conclusión en la que de forma concisa se resuman sus palabras. Debe evitar formular él mismo la explicación o la conclusión en lugar de la persona en cuestión. Si dicha persona parece que tiene dificultades para resumir su propio discurso, y si finalmente el animador se decide a ello, se hará siempre, por supuesto, con el beneplácito del propio participante y con su posterior aceptación de la formulación de sus palabras por parte del animador.
En tercer lugar, incitará a los participantes a ir más lejos en su pensamiento, formulándoles preguntas o planteándoles alguna objeción a su argumentación. Este recurso deberá, mediante un “proceso anagógico”, conseguir que el participante progresivamente tome conciencia de su propio pensamiento y que sea capaz de expresar los pre-supuestos sobre los que se basa su discurso y que hasta entonces estaban latentes.
En cuarto lugar, comparará las diversas proposiciones expresadas por distintos participantes, en la medida en la que este modo de contemplar la problemática permita establecer conexiones y vínculos insospechados.
En quinto lugar, reformulará periódicamente las aportaciones según vayan surgiendo y modificándose a lo largo del debate. Lo que no deberá impedirle sugerir una o dos posibles líneas de reflexión.
En sexto lugar, podrá relacionar las problemáticas que hayan surgido a lo largo del debate con aquellas formuladas con anterioridad por ciertos filósofos consagrados, con el fin de dar más seguridad a los participantes, de animarles en su indagación personal y como medio para proporcionarles ciertos elementos de la “cultura filosófica”, y subrayar así los momentos más destacadas de la discusión.
El conjunto de todas estas intervenciones exige muchas cualidades de parte del animador. Por un lado, debe tener (1) una gran amplitud de miras, por otro, (2) una cierta cultura filosófica y (3) una capacidad de ponerse en el lugar del otro, tanto para (3.1) interpretar las problemáticas que vayan expresándose, como para (3.2) explicitar los temas que vayan surgiendo, o para (3.3) darles un tratamiento más pedagógico, vinculando el concepto al que hagan referencia con las experiencias vividas por los presentes. En este sentido, no estoy muy seguro de que la formación tradicional de los profesores de filosofía sea suficiente como para satisfacer todas estas condiciones. Aquellos que son capaces de realizar todas estas tareas de forma satisfactoria lo consiguen por razones que sólo ellos conocen.
Como ya hemos indicado en apartados anteriores, el café filosófico es un concepto general en el que la práctica particular depende en gran medida de la persona que lo dirija. La autonomía de cada café particular deja, por otro lado, mucho espacio a la iniciativa personal. Por estas razones, han surgido últimamente un gran número de diferentes modalidades de cafés, que pasamos a comentar de forma sucinta.
Dejando a un lado el tipo de café que nosotros acabamos de describir, han aparecido también los (1) talleres (ateliers), que se celebran en un café, o una biblioteca, o una sala común, o en otros entornos. (1.1) Ciertos talleres trabajan con textos de autores, basándose en el mismo principio mayéutico y utilizando el texto de ese autor como un pretexto para que surjan diversas problemáticas. El animador deberá aquí añadir a su conocimiento del texto en cuestión, un sentido especial de ese arte socrático en la formulación de las preguntas que posibilite el trabajo en grupo. (1.2) Otros talleres utilizan el principio del “arte de preguntarse mutuamente” (questionnement mutuel) entre los participantes con el fin de profundizar en un tema dado. En este caso, se trata de distinguir una visión particular de un problema de las preguntas que pueden plantearse a propósito de esa interpretación. Cada uno de los participantes propone una serie de preguntas, iniciándose ellos mismos en la función animadora de la práctica mayéutica.
(2) Otras propuestas consisten en solicitar a (2.1) los participantes la preparación de una pequeña introducción para el debate posterior con el fin de que trabajen un poco el tema a tratar y con el objeto de contar desde el principio con un número mínimo de conceptos claves. Este rol también podrá ser asumido por (2.2) el animador, para evitar ese tipo de discurso contundente que puede impedir o dificultad desde el comienzo toda discusión. (3) Otras opciones incluso estructuran de manera específica el funcionamiento del café, distribuyendo las tareas entre tres personas, cada una con un cometido diferente: (1) el animador, (2) el moderador (encargado de regular los turnos de palabra) y (3) el secretario (encargado de resumir el contenido de los debates). En artículos posteriores intentaremos desarrollar las ideas metodológicas que aquí sólo nos limitamos a esbozar.
Ciertas variantes más particulares del café filosófico utilizan el recurso de (4) una película (que se proyecta en un cine, o en una sala acondicionada para la ocasión y con un reproductor de vídeo) con el propósito de generar un debate. Y lo mismo puede organizarse en un (5) teatro, después de una obra teatral, en la que el director de escena y los actores sean invitados a participar en un debate. O incluso con personas invitadas que intentarán, desde su (6) ámbito profesional específico, como el de la justicia, el arte o la enseñanza, iniciar un debate filosófico con los participantes. Otro ejercicio práctico, más difícil que los anteriores, consiste en propiciar debates con (7) jóvenes problemáticos con dificultades educativas y sociales. Esta modalidad de cafés filosóficos, por su particularidad específica, se aproxima más al ámbito de la psicología que al de la filosofía, por su semejanza con las terapias de grupo. (Algunos centros de enseñanza ubicados en zonas desfavorecidas y a los que deben hacer frente los profesores de filosofía, se corresponden completamente con esta descripción). (8) Finalmente, y siempre dentro del ámbito de influencia de los cafés filosóficos y compartiendo su mismo espíritu, se han creado alrededor de ellos un cierto número de revistas, escritas por sus lectores, y programas radiofónicos en emisoras de radio locales.
Conclusión
Se pueden ofrecer múltiples razones para explicar el surgimiento de este ansia “por filosofar” entre nuestros conciudadanos. A mi juicio, los dos factores que más rápidamente se pueden identificar y que han desestabilizado nuestro sentido de identidad, son por un lado, (1) el descrédito de los grandes ideales y de las grandes ideologías, tanto políticas como religiosas, y por otro, (2) la crisis económica con sus desastrosas consecuencias sociales. Hay que reconocer también que (3) los cafés filosóficos se han puesto de moda. Muchas personas acuden una sola y única vez a un café filosófico con tal de poder contar a sus conocidos que han puesto el pie en uno de esos extraños lugares de reflexión. Pero también es innegable, como lo ponen de manifiesto la seriedad con la que acuden un buen número de participantes, que en todo este movimiento parece existir algo realmente sólido. ¿Cuánto tiempo durará este fenómeno y en qué se convertirá? Es difícil responder a esta pregunta. Pero, ¿es éste el verdadero problema del filósofo? Parece que su responsabilidad (si es que pensamos que su función implica algún tipo de responsabilidad) consiste más bien en responder a esta demanda, sin preocuparse de su legitimidad o de su facticidad. Quizás lo que deba hacer el filósofo sea más bien proporcionar esa legitimidad que tanto necesita una demanda bastante poco segura de sí misma. En todo caso, el filósofo no puede ignorar la época en la que vive y refugiarse en su torre de marfil, sobre todo si esta época pone a prueba seriamente el mismo hecho de filosofar. En un universo cada vez más asfixiado por los valores pragmáticos y utilitaristas, la filosofía corre el riesgo de permanecer recluida para siempre en las clases y en las bibliotecas, o incluso de ser completamente abandonada por su falta de eficacia y funcionalidad. Y eso sería todavía peor. Ahora bien, hasta el momento, nuestra materia ha sufrido numerosas conmociones, y si todavía permanece viva es fundamentalmente a causa de ellas. El advenimiento del idealismo platónico, el abandono cartesiano de las autoridades, el giro copernicano de Kant o la sospecha nietzscheana son etapas en ese largo camino del pensamiento humano. Ninguna de las etapas anteriores era previsible antes de que sucediesen. Estas etapas no representan más que la oportunidad de un esfuerzo dialéctico, rechazado por unos y alentado por otros. Veinticinco siglos más tarde, se nos está pidiendo que regresemos a las fuentes originarias, a la docta simplicidad de Sócrates. ¿Por qué no arriesgarse? La filosofía no tiene nada que perder. Debemos intentarlo con todos los medios a nuestro alcance.
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